Fueron hechos con piezas encontrada por aquí o por allá que fui adaptando y colocando para ir dándole ese toque de los uniformes de gala que con gallardía portamos.
“Los juguetes que le hacía…”
Todos los sábados, al llegar el medio día, corría junto con él a esos columpios donde el se sentía volar y juntos solíamos soñar…
Luego nos íbamos a casa, para comer algo y luego esperar, ese show en la tv que lo hacía bailar y que el siempre quería mirar, el Show de los Muppets, así que se lo solía grabar, en aquellos viejos casetes de VHS para que entre semana los pudiera mirar. Al parecer había heredado mi fascinación por ese tipo de programas, que más que con tecnología estaban hechos con creatividad e imaginación.
Aquel pequeño, era en algunos aspectos como contemplarme a mi mismo, se acercaba a la pantalla como queriendo meterse en ella y hacerse parte del show y más de una vez intentó sacar de la pantalla algún personaje con el que quería jugar.
Por ese tiempo “La jugueteria” aquel icónico lugar de la sexta, empezaba a menguar, ya no importaba los juguetes que uno veía en la televisión y ante la imposibilidad de conseguir esos muñecos o muppets, con material de desecho y pedazos de tela, se los empecé a diseñar fabricar.
Aquello para mi fue, como retornar a mi propia niñez, cuando con mi primo Abner Recinos , nos fabricábamos nuestros propios juguetes, era dejar volar nuevamente la imaginación y permitir que la creatividad superara mis limitaciones e incluso las habilidades manuales de alguien que nunca aprendió a usar una tijera y menos a cocer una tela, era embarcarse las manos de pegamento, sintiendo el corazón contento, mientras mi hijo veía como aquellos muñecos iban cobrando vida.
Le hice más de una docena y algunos otros los regalé y para un día de su cumpleaños, un show de títeres le monte. Desocupe la sala, de los pocos muebles que tenía, monte un escenario, con luces, así como cassettes gravados con efectos de sonido, confetis y un muchacho que trabajaba conmigo, Víctor Hugo, se disfrazó del genio de la lámpara de Aladino, con un traje que le diseñé y a él todo de azul lo pinte. Luego de la piñata y después de partir el pastel, empezamos el show que montamos.
Años después, ya en USA, nos dimos a la tarea de fabricar y diseñar las piñatas de mis otros hijos, según el personaje que deseaban fuera la temática para celebrar su cumpleaños.
De todo aquello solo fotos y recuerdos quedan y sobre todo la felicidad de haber sido parte de esa hermosa complicidad en la niñez.
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